sábado, abril 27, 2024

ESE FULGOR EN LO OSCURO

 



*Obra de Noelia Ceballos @noe_ce_arte

 

 

 




 

 

 

Heroica*

  

Aprender el oficio del coraje.

Pararme sobre mis pies,

erguirme

entre cielo y tierra,

atreverme,

abrigarme.

Ser mi único dios,

la voz

que inicia el cantar del héroe,

la última hojita,

ésa que no tiembla al caer del sauce.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

-Poema de su libro Patio. elandamio ediciones. ©2023

 

-Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.

-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).

Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)

La hija del pescador (La Magdalena, 2016).

Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).

El orden del agua, (GPU Ediciones 2019).

MADURA, Editorial Sudestada (2021)

-Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche.

Halley ediciones (2022)

Patio.  elandamio ediciones. 2023

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AUN TE ESTOY ESPERANDO*

 

 

Como un tren vacío

en la estación de nadie

donde abundan todos

los abandonos

todos

sin rieles

ni guardianes

ni esperanza alguna

donde todo se llueve

y el musgo avanza

ahí te estoy esperando

con mi gorra de pescador

y algunos fuegos

invencibles

 

*De Carlos Norberto Carbone.

- Pasajeros del penúltimo tren-

 

 

 

 



 

 

 

*

 

Hay una casa

en la altura un ángel

agua

ves el agua de noche aunque no veas

estás en la casa

escuchás el sonido

agua de montaña

abriéndose paso entre las piedras

percibís

la caricia de las plumas sobre las plumas

frotándose el ángel las alas

abrís los ojos

ves ahora aunque no veas

una luz

el hilo de su presencia

resplandor

ves ahora aunque no veas

la luna

y el río

ese fulgor en lo oscuro

lo sagrado

sagrados

sagrados los ojos que ven sin miedo 

la casa el ángel la luna el río la noche

sagrados

ese infinito estar

el paraíso

sagrada ves ahora aunque no veas

el viento estremecido

las alas agitadas

ves ahora aunque no veas

sagrada

sagrado aquél que viendo

no destruya su rostro

no destruya sus alas.

Hay una casa

en la altura cielo

agua

ves ahora

la casa la luna el río la noche

ves las plumas.

 

*De Lorena Suez. suezlorena@gmail.com

-Mentoría de procesos creativos

-Taller de escritura y emociones

-Lic. en Ciencias de la Comunicación / Psicóloga Social

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Canción*

 

Nunca pude

entender

lo que cantan

las casuarinas

rendidas

al viento,

qué canción

de furia

les anda

en las ramas

como si quisieran

negar

el invierno.

Yo

no sé qué dicen,

qué fiesta secreta

les baila

en el cuerpo.

Pero sé

que cantan

con voces pequeñas

como hilos de agua

que tejen

el tiempo.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

-Poema de su libro Patio.

 elandamio ediciones. ©2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VIAJE POR EL ESPACIO*

 

No sé si a ustedes les ha pasado lo que a mí, que he salido a buscarme y en medio de la odisea cósmica me he tropezado con otros asteroides. Y me he puesto a conversar con uno de ellos hasta llegar a identificarnos uno con el otro, diciendo cuánto nos amamos, que no podemos vivir sin estar juntos. Pero luego de un tiempo ambos nos convertimos en la personificación del rechazo. Sentimos que nuestro recorrido se bifurca. Que la Vía Láctea resulta ya muy pequeña para el ego de dos asteroides. Por tanto, en algún rincón distante del universo existe ése otro asteroide, que quizás, dubitativo, estará pensando en hacer lo mismo.

 

*De Daniel Montoly.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LATIDOS*

 

Cada pueblo tiene su propio ritmo; su ritmo de caminar, de trabajar, de poner la mesa. Los movimientos les son propios como lo son el lenguaje y la música, ese otro lenguaje que quizás venga de la gente, quizás de la tierra y del paisaje que brinda.

En Japón he visto las artes marciales que se repiten en la forma de golpear los tambores, de bailar esas danzas que aúnan la lentitud y una contenida violencia, en los sonidos breves y guturales. La misma tensión entre lo estático y la rapidez extrema. Las enormes banderas son agitadas por figuras inmóviles, la precisión de los ikebanas de proporciones perfectas, la belleza de los jardines, la posibilidad siempre del horror y sin embargo la infinita paciencia; la habilidad aprendida, ejercitada y trabajada de un hombre que mezcla la tinta, que con un pincel escribe, dibuja, pinta la palabra como quien hace una señal definitiva. Hay un ritmo, una marca, un acorde que abarca cada cultura y le imprime las notas y los silencios.

Una mujer daba a luz. Rodeada por su hijo, su vecina, su marido, daba a luz. En el suelo estaba la mujer, sobre un colchón delgado. Ella misma pujaba con un canto rítmico, todos la acompañaban y el acto de dar la vida de traer la vida era una canción. El niño encontraba el aire y el afuera traído, recibido, acunado ya por las voces y los sonidos que lo arropaban y le daban desde el inicio el ritmo de su pueblo.

La canción rítmica que se repite en lo cotidiano. En los pasos retumbantes de las sandalias de madera sobre el pavimento, en el ritmo de la danza de cuerpos que se deslizan y de pronto acaban en una pose de estatua, en el ritmo vertiginoso de la oración que también es comunitaria, y que crea la epifanía del ritmo de la vida que se repite circularmente.

Cerca del suelo, siempre. En comunidad. Y serán las sandalias, el martillito de metal que guía los rezos, los pujos de una parturienta; será la música, el ritmo, será la vida la que marque sus compases.

Y mientras tanto las historias son las mismas historias. El que muere, el que nace, el que crece y cambia, el que de pronto conoce una verdad oculta.

Así como imagino una voz distinta para las diferentes multitudes, una melodía propia para los paisajes de montaña, para los lacustres, para la selva. Así como los ojos rasgados del oriente y los ojos acuosos del norte.

Así como el sustento con maíz y batata o con arroz y verdura. Así como el sentido de lo cíclico o la creencia en una direccionalidad en la historia.

Así como todo eso crea culturas diversas, los ritmos se ajustan a los pueblos, los expresan, los definen.

Y con su propio ritmo todos los seres humanos bailan, nacen, mueren.

Sinfónicamente algunos, algunos discordantes, algunos solos. Todos, todos, llevando los compases heredados, aprendidos, amados u odiados. Cantando, si tienen esa fortuna, su propia canción.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Metamorfosis*

 

Ahora soy una hierba doméstica. Pero supe ser salvaje.

Orgías fueron aquellas: no te puedo explicar la de bichos

que entonces se balancearon entre mis lianas.

Nada que ver con el perejil en que me he convertido.

 

*De Esther Andradi.

-Su libro reciente es "LA LENGUA DE VIAJE. Ensayos fronterizos y otros textos en tránsito" Editorial Buena Vista, 2023.

http://www.andradi.de/es/startseite/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda inteligente*

 

 

La memoria tiene agujeros y escondites,

por los agujeros se pierde lo que se quiere

perder y ella, cómplice, nos concede mirar

la parte exacta de lo que necesitamos ver.

El tema está en lo que no hemos descartado

y ella no nos muestra porque ha entendido

el secreto algoritmo de nuestra necesidad.

El problema entre la memoria y nosotros

es cierta parte de la realidad escondida,

a veces suele haber oro allí donde duerme

la verdad. También llanto y sangre y heces,

y alguna claudicación, renuncia o mentira;

el tema es arriesgarse a meter la sonda

sin saber que esconden esos agujeros y chupar

con la fuerza suficiente como para tragarse

lo que suba. Digamos que puede que las cosas

no sean en realidad cómo se las recuerda,

que la verdad cruda dormida en lo oscuro

nos favorezca y nos absuelva de la traición,

o que, sin avisar, nos condene sin remedio.

En caso de sospecha es mejor ser prescindente,

para eso, y sólo eso, sirven los algoritmos, 

para declararnos incompetentes,

para alegar desconocimiento,

para presumirnos inocentes.

 

*De Horacio Rodio. horaciorodio@hotmail.com

  

-Horacio Rodio nació en Llavallol, provincia de Buenos Aires, en 1954. Realizó talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz Mindurry. Obtuvo más de cien premios nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela, con publicaciones en Argentina, España, Colombia y Chile. Es autor de los libros de cuentos Palabras de piedra (Baobab, 1999), Media baja (Dunken, 2012) y La insistencia de la desdicha (Ruinas Circulares, 2018), y de los poemarios El cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy Casares”, Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error.

 

-Nuevo libro de cuentos de Horacio Rodio-

La oscuridad de los hechos

-Presentación el 4 de mayo a las 1830. "La Libre", Chacabuco 917,

San Telmo, CABA.

-Editorial Esa luna tiene agua.

https://www.esalunatieneagua.ar/productos/la-oscuridad-de-los-hechos-horacio-rodio/?

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Como otro gesto del amor,

con la ternura de la última entrega,

abandonar

es irse más allá,

donde sólo habita el don de nada.

Abandonar

es abrir la herida,

detenerse a mirar

como sangra,

como duele,

como cura.

Es contemplar con amor en pura ausencia.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miedo al futuro*

 

Vi a la vecina caminar al revés. Si. Caminaba hacia la esquina de espaldas. Pensé que iba a tropezar. Sentí desesperación. Pero no, avanzaba con una seguridad demencial sin perder el equilibrio. Cuando llegué a su lado por un momento supuse que debía sujetarla, hablarle o al menos preguntarle el porqué. No me animé. La vi despierta -no en trance- con los ojos muy grandes mirando al pasado. En su mano derecha llevaba un ramo de jazmines y en la izquierda apretaba algo invisible en el puño.

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA MUJER QUE ME HABITA*

 

 

La mujer que me habita lleva soledad de cipreses en sus criptas.

Un rumor de párpados anuncia el presagio del agua.

El mundo huye o fagocita los retazos de su piel.

Está hecha de retazos esa mujer tan mía.

La mujer que me habita sabe el placer de la espesura.

No ignora que es solo vida la vida.

 Ha construido casa sobre las ruinas.

Ay, como duelen los arneses en el alma.

Solo quería amanecer contigo. Una vez sola.

Alas de arcilla y greda. Una tormenta dentro de una fosa.

He muerto tan despacio que solo el frío certifica mi adiós.

En el lomo del mar se duermen los albatros del sueño.

Ay, este aguijón de escarcha y miel

Beso despacio y cuidadosamente nuestros nombres.

Sé, ya no volverán los almendros ni la niña cándida.

No pude descifrar la caligrafía de la arena.

Miro tus ojos extraviados. Pongo a secar mi corazón.

No soy culpable de esta paradoja me alejo, para siempre quizás.

Ay, este esqueleto de cristal mohoso.

La mujer que me habita lleva un campo santo de dudas.

Y una descomunal certeza: profanar con luz la soledad de los féretros.

Amanece. Sólo mi útero late.

 

*De Amelia Arellano.

San Luis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Derrida propone deconstruir la filosofía occidental y mostrar su carácter mítico. Detrás de esas verdades, según Nietzsche, hay un oscuro instinto de dominación, imponer a los "bárbaros" los valores supuestamente superiores. Tiempo atrás Maquiavelo había dicho que no le basta al príncipe imponer obediencia por la fuerza; los súbditos deben amar su obediencia y creer que están obrando "bien". Spinoza criticaba la moral que convertía a los individuos en esclavos haciéndoles creer que actuaban libremente. Señores, ya sabemos estas cosas, pero es necesario repetirlas, porque parece que no las logramos asimilar.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

*

 

Está silencioso el tren. Hay veces en que la gente habla toda a la vez, como si una charla diese el empujón necesario para que el señor comente el tiempo con la mujer del nene que llora, la madre y la hija que viajan juntas intercambien informaciones ya conocidas de horarios y paradas, la parejita del fondo discuta en voz baja, tratando de que nadie se dé cuenta de que están en una disputa, pero alzando de a ratos la voz hasta que se percatan y vuelven a bajarla.

     Está silencioso el tren.

 Las primeras voces que se retiran se llevan las otras como la resaca del mar. Hay quien se trata de evadir por la ventanilla, quien emite un quejido mientras acomoda los huesos en el asiento. No mucho más.

Hasta el nene calla, como si notase que en este momento no cuajan sus berridos en la luz inmóvil del mutismo de los viajeros.

Silencio de tren, es decir, ruido constante, anulación de la sensación de sonido por la creación de una masa homogénea. Me asusta que se detenga. El silencio real sería insoportable y podría fulminarnos en una bola blanca de resplandor atroz.

Busco el salón de cineclub, y de vagón en vagón me sobrecoge la misma quietud de los pasajeros, abstraídos en sus propias cápsulas mínimas de espacio propio que los separa insalvablemente de las personas contiguas.

 Mientras avanzo, me parece que mis ojos son la cámara que rueda por el pasillo, ensayo planos cortos, primeros planos, grandes angulares. Me digo que este es un travelling de esos para pasar a la historia, esas tomas continuas en que los actores coreografían los diálogos, entradas y salidas, los movimientos. Me siento Bergman mientras camino lentamente por el pasillo y recojo trozos de gestos, rostros captados, capturados por un mínimo instante que los desnuda y los muestra de una sola vez y para siempre.

Estoy haciendo cine del dogma, si el dogma no hubiese sido quizás un mero lanzamiento de propaganda. Pero uso, como sus directores, la luz natural, no agrego música tramposa que subraye el clima, y los actores; de usar sus propias ropas, de ser tan ellos mismos. Son ellos mismos, y no saben que están actuando en mi película.

Me sobreviene en bloque el recuerdo de la película del alemán Wenders, en que ángeles taciturnos caminan por la ciudad, el subterráneo, y aquí estoy yo en un tren, tan de la familia del metro, y los ángeles que escuchan retazos de monólogos del pensamiento de la gente. Casi puedo escuchar los murmullos, sólo me los tapa un poco el ruido del tren. Los ángeles escuchan los monólogos, y alguno es más desesperado, entonces le colocan al suicida una mano etérea en el hombro, que encuentra algún trazo de solución a su infortunio.

Estoy llegando hasta el sitio donde resguarda su angustia una mujer que viaja sola. No escucho su pensamiento. Quizás no piensa, basta con la tortura de la tensión de la nuca, las manos encorvadas. Es como si la escuchase. No me mira, soy invisible como los ángeles de "Las alas del deseo". Estoy a punto de colocarle una mano en el hombro. Para ¿llevarle alivio? Alivio por cuánto tiempo, qué precario paliativo ofrecerá la mano de un ángel o de cualquier ser. Mi mano.

  No coloco mi mano en su hombro.

 Sigo caminando, con la aterradora sensación de ser un personaje de mi propia película. Quiero que el tren se detenga de una vez, que la gente vuelva a hablar.

 Como los sombríos ángeles que estaban en Berlín cuando aquí, te acordás, había un lago y vino un ciervo a beber. Como esos espíritus cansados de asistir al espectáculo de las generaciones, sólo asistir, sólo ser la cámara, nunca el personaje. Como ellos.

Soy una lente que transcurre, transita el tren que transita algún espacio, que se desplaza por dónde, me pregunto. Y qué soy yo dentro de este tren, condenada a escuchar las angustias, a hacer el registro de posturas y voces y rostros entrevistos. Cámara que rueda sobre el tren que rueda, y la estación que viene, aunque sea yo la que voy.

  El tren se detendrá en la Estación y quizás sea por fin la bola blanca de resplandor atroz, que me fulmine.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

-Próxima estación:

 

FRANCISCO A. BERRA.

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:

 

ESTACIÓN GOYENECHE.   

 

GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.  

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

D. SÁEZ.   

 

J. R. MORENO.   

 

 EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  

 

LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.

 

 ARANA.

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

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